Mi querido amigo/amiga .
A veces siento que navego en un mar en calma, confiada en que todo sigue su curso. Pero, sin previo aviso, las olas comienzan a agitarse y de repente me encuentro atrapada en una tormenta de emociones, miedos y confusión . Es como si las turbulencias me arrastraran, agotando mi energía, sin entender completamente lo que sucede a mi alrededor.
En esos momentos de desgaste, cuando el agotamiento parece inminente, me doy cuenta de que tengo una opción. Puedo elegir serenarme, respirar hondo y acoger la situación con calma, aunque parezca imposible .
Comprendo que dejar de lado el victimismo y confiar en que las cosas encontrarán su curso es el primer paso. Hago lo que está en mis manos, pero procuro hacerlo desde un lugar de autocuidado exquisito .
Es en ese punto, cuando elijo cuidarme, cuando comienzo a vislumbrar una tenue luz al final del camino. Esa luz me recuerda que, aunque no lo crea, soy más fuerte de lo que imagino, y que dentro de mí arde una llama que, si la avivo, me dará el coraje necesario para enfrentar cualquier temporal . ¿Acaso no son estos momentos los que nos ponen a prueba?